terça-feira, 27 de julho de 2010

Muere un gran líder comunista del siglo XX

Capa de recente livro de Corvalán


Mario Amorós*

El miércoles por la mañana se extinguió la vida de Luis Corvalán, uno de los grandes líderes comunistas del siglo XX, secretario general del Partido Comunista de Chile entre 1958 y 1989. Don Lucho nació el 14 de septiembre de 1916 en Pelluco (Puerto Montt), en la provincia austral de Chiloé, como relata en su hermoso libro de memorias De lo vivido y lo peleado, aunque su infancia transcurrió en la localidad textil de Tomé.

Abrazó el compromiso con el socialismo cuando estudiaba para maestro en Chillán. En esta ciudad conoció a Elías Lafertte en su campaña como candidato comunista a la Presidencia de la República y en febrero de 1932 ingresó en el partido que Luis Emilio Recabarren había fundado 20 años antes en el Norte Grande, en Iquique, rodeado de obreros de la pampa salitrera. Muy pronto destacó como militante y a finales de 1937 fue llamado a Santiago para trabajar junto con Carlos Contreras Labarca, secretario general del partido, y en el Comité Central de la Federación Juvenil Comunista. Chile conocía entonces una gran efervescencia política, con la creación del Frente Popular y la solidaridad con la lucha de la República Española contra el fascismo, que marcó a esa generación de revolucionarios entre los que también se contaban Volodia Teitelboim y Salvador Allende.

En aquel tiempo Luis Corvalán entró a trabajar en el diario Frente Popular y con la histórica victoria de Pedro Aguirre Cerda en las elecciones del 25 de octubre de 1938, pudo reincorporarse al magisterio (había sido exonerado por razones políticas dos años antes) y trabajó en Valdivia, antes de partir a Iquique para cumplir tareas políticas. Allí dirigió el legendario diario El Despertar de los Trabajadores, fundado por Recabarren. En 1940, pasó a las filas de su partido y empezó a trabajar en el periódico El Siglo, del que muy pronto se convirtió en director.

En los años 40, el Partido Comunista de Chile conoció unos años de notable crecimiento, cuyas cimas fueron la victoria del radical Gabriel González Videla en las elecciones presidenciales de 1946, con el apoyo de los comunistas, y 17 por ciento de los votos que alcanzó en las elecciones municipales de 1947, cuando se convirtió en la segunda fuerza política del país. Sin embargo, González Videla sucumbió muy pronto a las presiones anticomunistas y de la administración Truman e impulsó la llamada ley maldita, que en 1948 ilegalizó al Partido Comunista y empujó a sus dirigentes y buena parte de sus militantes a la clandestinidad. Corvalán fue detenido y conducido a varios campos de concentración, entre ellos el de Pisagua.

En aquellas difíciles condiciones, Corvalán y la dirección del Partido Comunista supieron plantear la estrategia de unidad de acción de la izquierda y ofrecieron su apoyo al senador socialista Salvador Allende para las elecciones presidenciales de 1952. Allende quedó en último lugar, con apenas 5 por ciento de los sufragios, pero su candidatura trazó el camino por el que transitaría la izquierda durante dos décadas.

En 1958, con la muerte de Galo González, don Lucho asumió la Secretaría General del partido, puesto que ocupó hasta que Volodia Teitelboim lo relevó después del XV congreso, en mayo de 1989, ya en los estertores de la dictadura de Augusto Pinochet. Desde 1961 y hasta el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 fue senador.

Con la conducción de Corvalán y de una gran generación de dirigentes comunistas, el PCCh se convirtió en la década de los 60 en el mayor Partido Comunista de América y alcanzó una influencia social similar a la que entonces tenían los partidos comunistas de Italia y Francia en Occidente. La apuesta estratégica por unir al conjunto de la izquierda en torno a un programa de profundas transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales que abriera camino a la construcción del socialismo en Chile germinó en 1969 con la fundación de la Unidad Popular, que incluía a marxistas, cristianos, racionalistas laicos, socialdemócratas e independientes, y en la elección en enero de 1970 de Salvador Allende como candidato presidencial de la izquierda.

Después del golpe de Estado, Corvalán fue detenido por la dictadura y enviado a la austral isla Dawson, junto con otros connotados dirigentes de la Unidad Popular. Pasó por otros campos de concentración, como Ritoque o Tres Álamos, hasta su canje en diciembre de 1976 en Ginebra por un disidente soviético y su partida al exilio. Antes, en las cárceles de Pinochet, tuvo que conocer en el exilio, en Bulgaria, la muerte en octubre de 1975 de su hijo Luis Alberto, producto de las atroces torturas que había sufrido en septiembre de 1973 en el Estadio Nacional.

En agosto de 1977, en el primer pleno del Comité Central tras el golpe de Estado, en el momento más difícil de la historia de esta organización, masacrada en 1975 y 1976 por los cuerpos represivos de la dictadura fascista, Corvalán expuso un lúcido informe político sobre los grandes méritos de la revolución chilena, pero también sobre los errores de la izquierda y del Partido Comunista; singularmente, habló del vacío histórico del partido en su relación con las fuerzas armadas y la concepción del poder.

Hasta el último día de sus casi 94 años de vida, don Lucho ha trabajado y ha vivido como comunista. Ahora estaba ocupado con la ampliación de sus memorias y en los últimos años había publicado dos libros sobre el partido al que entregó su vida. Era uno de los miembros más estimados del Comité Central, órgano al que pertenecía desde hacía 60 años, y el pasado 6 de junio, en el acto de masas con motivo del 98 aniversario de la fundación del PCCh, su presidente, Guillermo Teillier, le había impuesto la medalla Luis Emilio Recabarren.


* Doctor en Historia y periodista español. Autor del libro Compañero presidente Salvador Allende, una vida por la democracia y el socialismo

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