El Clarín de Chile
Bolsonaro está en prisión domiciliar,
destacan los titulares de los principales diarios del país ¿Y ahora qué puede
pasar si Bolsonaro es efectivamente encarcelado? Según los pasos que ha seguido
el proceso judicial en su contra, falta poco para que el expresidente sea
condenado a la cárcel por los delitos que él, junto a otros 33 cómplices -militares
y civiles- cometieron a partir de su derrota electoral en octubre de 2022.
Solo para recordar, las acusaciones que pesan sobre este grupo de sediciosos articulados en torno a una trama golpista fracasada incluye los siguientes cinco crímenes: Conspiración para dar un Golpe de Estado; abolición del Estado democrático de Derecho; asociación criminal armada; daño calificado al patrimonio público y deterioro del patrimonio histórico nacional. Si es considerado culpable por todos estos delitos, Bolsonaro puede llegar a ser condenado a más de 40 años de cárcel y aumentar su inelegibilidad, que actualmente llega hasta el año 2030.
Lo anterior no incluye otros crímenes
por los cuales el excapitán también está siendo investigado, como su conducta
negligente durante la pandemia del Covid19 que causó la muerte de más de 700
mil ciudadanos, la falsificación del certificado de vacuna cuando viajó a
Estados Unidos o la intención de vender las joyas y relojes de oro que había
recibido del gobierno de Arabia Saudita. A ello, se puede sumar recientemente,
la conspiración efectuada por el expresidente y su hijo Eduardo junto al gobierno
de Trump, para que este aplique sanciones tarifarias a Brasil y penalice a
miembros del Supremo Tribunal Federal, en especial al Ministro Alexandre de
Moraes.
En rigor, no existe ninguna ilegalidad
cometida por el ministro de Moraes por las cuales pueda ser acusado por la
Justicia estadounidense y el gobierno de Trump. Al contrario, el proceso
conducido por este ministro ha seguido estrictamente todos los pasos
procesuales que considera la legislación brasileña, con la posibilidad de
legítima defensa de los reos y el derecho al contradictorio consagrado en la
Constitución.
Entonces, pensando en una situación
-cada más plausible- de que se haga efectiva la prisión de Bolsonaro, cabe preguntarse
sobre sus desdoblamientos en posibles futuros escenarios, tanto en términos
institucionales como en lo que respecta al ámbito de lo que pueda ocurrir con
la extrema derecha y el bolsonarismo.
Una primera cuestión es que la prisión
del expresidente y sus comparsas por los delitos de que son acusados, representa
un triunfo del Poder Judicial y del cumplimiento del principio de que “nadie
está por encima de la ley”. Ello debería fortalecer la confianza de la
población en el papel del Supremo Tribunal Federal (STF) y en la pluralidad de
organismos de la institucionalidad democrática atacados sistemáticamente por el
bolsonarismo.
Indudablemente, Bolsonaro y sus huestes
van a reaccionar violentamente a una decisión de este tenor, acusando a la
justicia de ser víctimas de una persecución política y llamando a sus
seguidores a tomar las calles –como el pasado 8 de enero de 2023- para exigir
una amnistía de los condenados, pero en este caso, sin muchas posibilidades de
revertir la condena. La mayor parte de la población brasileña ya se manifestó a
favor del encarcelamiento de Bolsonaro y sus secuaces por el conjunto de los
delitos por los cuales están siendo juzgados.
Pero una radicalización del llamado
“bolsonarismo raíz”, se va a enfrentar con la propia división de la derecha y
la extrema derecha con vistas a las próximas elecciones presidenciales y
parlamentarias del año que viene. En este espacio político se constata una
división entre las varias figuras que se vislumbran como posibles candidatos a
presidentes, entre ellos, Tarcísio de Freitas, Romeu Zema, Ronaldo Caiado y
Ratinho Junior, que son los actuales gobernadores de Sao Paulo, Minas Gerais, Goiás
y Paraná, respectivamente. También aparecen como posibles presidenciables la
esposa del expresidente (Michelle) y los hijos Flavio y Eduardo Bolsonaro.
En ese sentido, existen distintas
estrategias que deberán ir asumiendo estos posibles candidatos, algunos
acentuando su extremismo con una adhesión sellada a Bolsonaro y a las medidas
coercitivas tomadas por el gobierno Trump, junto con un enfrentamiento directo
al Supremo Tribunal Federal como una manera de movilizar a los votantes
incondicionales del excapitán. Otros deben asumir una postura más distante del
bolsonarismo, tratando de ganar el apoyo de electores de derecha más moderados
que perciben que una solución a los dilemas del país no pasa por una mayor
radicalización de la derecha, sino que en la conformación de un bloque
conservador que se mueva dentro de las reglas del juego democrático. Otros
pueden mantenerse en una posición más “neutra” esperando los resultados de los
acontecimientos y las encuestas de opinión.
Por otra parte, sin la presencia
aglutinadora de Bolsonaro como sucedió en las dos elecciones pasadas (2018 y
2022), la tendencia es que se producirá una reconfiguración y probable
fragmentación del campo de la derecha, con corrientes que recuperen su discurso
tradicional liberal, otras que apuesten en una mirada tecnocrática y
conservadora o, finalmente, otras ideológicamente más radicalizadas, como las
huestes ultraderechistas y neofascistas que siguen reivindicando el Golpe de
Estado y la ruptura democrática. La inclinación por una u otra alternativa va a
depender ciertamente de la postura que asuma la mayoría de los electores con
relación al encarcelamiento e Bolsonaro y de quienes lo acompañaron en la
tentativa de dar un golpe.
Ello también puede implicar un repunte
del presidente Lula da Silva que sigue siendo la carta más fuerte de la actual
situación y el candidato mejor evaluado entre todas las posibles figuras que se
destacan para darle continuidad a su gobierno (Fernando Haddad, Geraldo Alckmin
o Simone Tebet). Resumiendo, la prisión de Bolsonaro representa el triunfo de
la democracia y las instituciones jurídicas del país, como también puede
significar la pulverización de la extrema derecha y la oportunidad para el
surgimiento de un nuevo pacto democrático entre el conjunto de fuerzas
políticas cansadas del clima de odio, violencia extremista y radicalización
impuesto por el bolsonarismo en los últimos años.
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