“Para hacer cumplir las mentiras del presente, es necesario borrar las verdades del pasado”- George Orwell
Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
En
el primer debate entre los principales candidatos a la presidencia del país, el
postulante Bolsonaro acusó al ex Presidente Luiz Inácio Lula da Silva de
mantener buenas relaciones con gobiernos izquierdistas de América Latina,
profiriendo una de sus mentiras más groseras del último tiempo: “Lula apoyó al
Presidente de Chile también. El mismo que practicaba actos de prenderle fuego
al Metro (sic)”.
Los
dichos de Bolsonaro fueron inmediatamente desmentidos y repudiados por la
Cancillería chilena, llamando incluso al Embajador brasileño en Chile para
entregarle una carta oficial de protesta por las inaceptables y gravísimas
declaraciones difundidas por el mandatario brasileño.
Esta acusación sin pruebas lanzada contra el presidente Gabriel Boric no representa una conducta aislada del jefe del ejecutivo, al contrario, ella es parte de una política permanente de encubrir la realidad o intentar construir un universo paralelo. En efecto, desde que asumió la presidencia hace 3 años y 8 meses, Bolsonaro ha utilizado insistentemente el recurso de la mentira para justificar sus actitudes y sus acciones.
Desde
el 1 de enero de 2019, el presidente ya mintió en más de cinco mil
oportunidades, según los cálculos de agencias independientes dedicadas a
analizar la transparencia y la probidad de los agentes del Estado y los
conglomerados políticos.
Una
de sus principales banderas de campaña del ex capitán, que lo situaba como un
político antisistema, fue la de acabar con el fisiologismo de los partidos del
llamado “Centrao”, pero en concreto su mandato ha sido la peor demostración
de los arreglos establecidos con la mayoría de los parlamentarios a través
de un conjunto de transferencias desde el gobierno central para condicionar el
apoyo de la clase política instalada en el Congreso, entre ellos, el dictado de
un “presupuesto secreto” que ningún órgano del Estado podrá fiscalizar.
Valiéndose
de la mentira como estrategia política, el gobernante y sus ministros han
conseguido crear una realidad virtual que los exculpa ante una opinión pública
manipulada del conjunto de atrocidades cometidas en diversos ámbitos de la
conducción del país, siendo el caso más notable, la postura negacionista y
negligente con relación al combate del Covid19 que ya ha cobrado la vida de más
de 682 mil personas.
Bolsonaro
hasta ahora sigue insistiendo en recomendar el uso del tratamiento precoz a
base da cloroquina o ivermectina, lo que ha sido vehementemente desmentido por
la Organización Mundial de la Salud e innumerables agencias y autoridades
sanitarias alrededor del mundo.
El
recurso a la mentira ha sido esgrimido tantas veces que una parte de los
ciudadanos ya no tienen una clara noción de lo que es una verdad y lo que es
una falacia, sembrando la duda y el desconcierto, especialmente entre aquellos
grupos neo pentecostales que creen ciegamente en la palabra de los pastores que
reproducen las falsedades del presidente y sus asesores del llamado Gabinete
del Odio.
Dicho
Gabinete es una especie de milicia digital instalada en el mismo Palacio
do Planalto, cuya principal función es difundir calumnias contra el Supremo
Tribunal Federal (STF), contra los partidos opositores, contra la prensa y
contra cualquier persona que realice alguna crítica al presidente.
En
este último periodo se ha dedicado especialmente a restarle credibilidad a las
urnas electrónicas, señalando -anticipadamente y sin ninguna prueba
contundente- que ellas propiciarán un fraude electoral en la eventualidad de
que gane el candidato del Partido de los Trabajadores, Lula da Silva.
Como
ya apuntamos en una columna anterior (La mentira como forma de acción política),
la vasta campaña de difusión de invenciones ha contado con la asesoría de
grupos y entidades de extrema derecha de otras latitudes, más concretamente en
el caso de Steve Bannon y su empresa Cambridge Analytica que
desempeñó un importante papel en la creación de post verdades en la estrategia
de Donald Trump para llegar a la presidencia de los Estados Unidos.
La
cortina de humo amparada por innumerables falsedades vehiculadas en redes
sociales y en la prensa que adhiere a la extrema derecha, ha permitido que
todavía no sean juzgados los hijos, esposa y amigos del presidente por casos de
corrupción, como es el caso de las “rachadinhas”, en que funcionarios de los
gabinetes de Bolsonaro y sus hijos entregaban parte de sus salarios a un
intermediario (Fabricio Queiroz) que después los transfería a las cuentas de la
familia Bolsonaro.
Parte
de este peculio desviado ha sido destinado a la compra de inmuebles comprados
con dinero en especie. Una reciente investigación de UOL constató que el clan
Bolsonaro ha adquirido 107 bienes raíces en los últimos treinta años, de los
cuales 51 fueron comprados total o parcialmente al contado con maletas de
dinero vivo.
Se
sabe que la transferencia o adquisición de bienes con dinero en especie es la
forma más regular de circulación de recursos obtenidos ilícitamente que
utilizan las facciones criminales. Si este escándalo de corrupción no adquiere
la gravedad que tiene, solo puede ser explicado porque las instituciones de la
contraloría y la justicia brasileña han sido cooptadas por el actual gobierno a
niveles hipertrofiados.
Para
desviar la atención de sus fechorías, Bolsonaro y sus cómplices insisten en
exacerbar una dinámica de polarización entre conservadores y sus adversarios
progresistas, lo cual le dio resultado en las elecciones de 2018. Sin embargo,
el desmantelamiento de las mentiras y la mayor exposición de los casos de
corrupción efectuados por el Clan, deberán tener un sensible impacto en las
intenciones de voto del electorado.
Aún
más si consideramos que diversos estudios señalan que este clima
confrontacional estimulado por la ultra derecha ya tiene hastiado a un
porcentaje significativo del pueblo brasileño. Por lo mismo, la apelación al
odio, la agresión y la mentira como eje de la campaña por la reelección no va a
tener éxito en las actuales circunstancias.
Definitivamente,
ella no responde a los anhelos de pacificación y a la aspiración de construir
un país con estabilidad y tranquilidad por parte de amplios sectores del electorado
nacional.
* Doctor en Ciencias Sociales. Editor del Blog Socialismo y Democracia, colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
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